"Todo lo interesante ocurre en la sombra, no cabe duda. No se sabe nada de la historia auténtica de los hombres."

Louis-Ferdinand Céline, Viaje al fin de la noche.



23 de abril de 2016

Desahogo


(Joachim & Malik Verlag)



Hay hombres a los que se les debería exigir vivir dos veces, dijo ella. No una vida más larga, sino de otra clase, cuya dimensión no sé precisar, en la que vivieran de otra manera. ¿Un purgatorio, acaso?, intervino su amante. A eso lo llaman también existencia arrepentida, y ya la practica mucha gente. Tal vez, dudó ella, pero tal actitud implica una somera conciencia de la culpa, algo que yo considero insuficiente. No basta con el mero símbolo del perdón, ya sea el que emite la religión o el que inflige el castigo de la ley del Estado, que es a lo que se acogen la mayoría de los individuos canallas, precisó. Ah, tú planteas un tiempo denso en el que vivan atormentados por sus faltas. Que sepan lo que significa sentirse reprobados en lo más profundo de sí ante las conductas malvadas de su pasado, le contestó la otra mujer. Ambas permanecían aún con sus dedos enlazados, como si se sostuvieran ansiosas en el hilo del amor inconcluso, y necesitaran dirigir sus bríos hacia terrenos escabrosos. Ella insistió: ser perdonados o ser castigados nunca les sitúa en la sensación real de todo aquello que han pasado las personas que han recibido mal por su mano. Deberían ser rozados por alguno de los padecimientos que sus víctimas han sufrido, saber del dolor, arrastrarse en una humillación análoga, conocer la desesperanza, quebrarse ante el miedo más hondo. No debería pensar esto, a mí misma me parece espantoso. Tampoco es oportuno que lo diga justo ahora, cuando me siento unida a ti y no a un bárbaro. Su amante la besó en los párpados. Aquella ternura la calmó. Puso una voz tenue en su oído: quien debería desear todo lo que tú has dicho tendría que ser yo. Tengo profundas razones para haber acumulado odio. Aligera tu peso, infinitamente más leve que el mío. Suaviza el malestar por la recóndita traición de ese hombre que ha estado ocultándote su bestia. Al fin y al cabo, yo no tuve tanta suerte. Aliviémonos en una latitud diferente. No permitamos que lo vivido anteriormente cada una de nosotras nos obceque y nos desvíe del disfrute. Se miraron al fondo de sus ojos, ahuyentando el mal, abriéndose a otra vida.






8 de abril de 2016

Alejamiento



(Daido Moriyama)


¿Qué queda del tacto de otra persona sobre nuestro cuerpo cuando tiene lugar el abandono? Él cree que he sido yo la que me he ido. Pero hace tiempo que el hombre se iba alejando de mí, acaso sin saberlo. No era él, sino el otro que habita secretamente en él y al que no puede renunciar. Uno que yo no acepto. No voy a mentir y cargar las tintas de mi ira sobre las manifestaciones del hombre respecto a mí. Si me basara solamente en sus comportamientos no debería tener queja. He recibido afecto y atención y, sin ninguna duda, un refinado placer en cada uno de nuestros encuentros, esa difícil ofrenda que muchos hombres no saben obsequiar. Él siempre ha reconocido generosamente mi libertad y ha sabido responder como un hombre tranquilo ante mis ocasionales reacciones agitadas. Sé lo que pensarán mis amistades. ¿No te bastaba eso? ¿Qué más quieres? ¿Crees que vas a hallar un amante más completo? Si la gente no se dejara arrastrar por el aspecto exterior de las cosas, si se diera margen para concebir el amor no como una ensoñación sino como una realidad torticera que nos embarca pero nunca nos acaba de llevar a un puerto seguro, tal vez me entenderían.     

No podía soportar por más tiempo sus caricias, ni el tono pausado y agradable de su voz, ni el contacto de una piel que convulsionaba la mía, ni la manera de enfocar parcialmente los temas generales de la vida. Ni siquiera esa amable bondad que rezumaba y que causaba admiración en nuestros círculos de amigos, desatando un efecto de envidia sobre mi persona. Sabiendo lo que sé ahora, ¿cómo podría permitirme ser acogida por un cuerpo que desconozco a qué hombre de los dos que lleva dentro pertenece? ¿Cómo podría soportar el discurso de un individuo en apariencia prudente? Me hubiera dolido menos si hubiera aparecido otra mujer entre nosotros. Pero él nunca previó tal cosa. Su fijación conmigo era absoluta, aunque otros llamen a esa actitud fidelidad.

En mi vida ha habido hombres a los que me he entregado, aun sospechando que seguían viéndose con alguna amante con la que no habían roto del todo. También ellos me han compartido conociendo que yo reservaba ocasionalmente alguna relación poco definida. Los liberales en el amor nos hemos respetado y dado con generosidad cuando se han producido tales circunstancias. Afortunadamente hemos sabido reaccionar a tiempo ante los comportamientos de las personas posesivas, incapaces de comprender que el disfrute de la belleza no puede ser propiedad de nadie. Y que la búsqueda del placer hermoso es una proyección más honda, pero nunca definitiva, del reconocimiento de una naturaleza benigna y propia del signo de unos tiempos que no condenan la exploración de unos individuos por otros. 

Pero no es por nada de eso por lo que me he alejado de mi amante. No me tengo por vieja y, lejos de hundirme, las dificultades me dan alas. A estas alturas prefiero elegir la flor del día y, aunque asumo que había llegado a una cota de ternura y de goce con él como no había percibido con otros, cundía dentro de mí un rechazo virulento ante su presencia. Había empezado a sentir ásperas esas manos, escamosa toda la piel de su cuerpo, biliosa su mirada, broncas las palabras que pronunciaba, airados los ademanes, feroces sus movimientos, agresivas las maneras de tomarme. Sí, es una percepción imaginaria de que el otro que se impone a él mismo en su propio interior me maltrata y me reduce, como voy sabiendo que puede estar haciendo con otros seres. Este hombre bueno, este amante idóneo, este personaje admirado no ama a los demás humanos. ¿Será cierto que oculta a un individuo despiadado? Entonces, ¿cómo permanecer más tiempo con quien no ama a los que tienen el mismo derecho a vivir que él?